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El propósito es enviar 2.000 kilos de cafés especiales a Hong Kong en dos años, ya empezaron a abrir mercado en Europa y los invitaron a una feria en Serbia. Tienen 16 marcas y una maquila comunitaria.

Cuenta la historia que todo lo bueno en Santa Fe de Antioquia tiene algo que ver con el río Cauca. Desde tiempos inmemoriales, el río ha sido el gran compañero de los campesinos y comerciantes que habitan sus riberas, regando los campos, refrescando las tardes y, en el caso de los caficultores, trayendo los vientos y la humedad necesarios para que el café prospere con una calidad que quita más el aliento que el sueño.

En esas tierras húmedas y fértiles, justo en las orillas del Cauca, nació la Asociación de Cafés Especiales de la Ribera del Cauca, Asoribera, una unión que suena grande, pero que comenzó del tamaño de un grano de café y sin muchas apuestas a su favor.

Hace unos años, los caficultores de la zona estaban regados, cada uno labrando su tierra por separado, y los costos para procesar y vender su café eran tan altos que el propósito de hacer algo más con su café parecía siempre escaparse de las manos.

El río, un cordón que ata

Los caficultores de Asoribera comparten más que el suelo fértil de la orilla del Cauca; comparten la idea de que, cuando se trabaja en equipo, los proyectos se hacen más alcanzables.

“Siempre habíamos estado cerca, nos encontrábamos en capacitaciones o ferias, pero cada uno iba por su lado, vendiendo café a intermediarios que llevaban nuestro grano hasta Medellín para maquilarlo y venderlo. El costo en transporte y el tiempo que se perdía era inmenso”, dice Sandra Gómez, fiscal de la asociación y fundadora de la marca Café La Tribu.

Así que, poco a poco, nació la idea de unir esfuerzos. ¿Por qué no trabajar juntos? Fue esa pregunta la que encendió la chispa que hoy es Asoribera. Unieron voces para llegar a donaciones de la Cámara de Comercio, el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la Zijin-Continental Gold, que no solo capacitó a los caficultores, sino que también les brindó las máquinas que hoy conforman el Centro Especializado para la Transformación del Café Ribera del Cauca, su maquila estrella.

La minera Zijin aportó más de $250 millones para la compra de trilladoras, tostadoras, molinos y selladoras, además de mobiliario para que fuera posible la maquila. La inversión total de esta empresa en la caficultura de la región supera los $3.277 millones, beneficiando a más de 4.200 caficultores a través de acciones como la renovación de más de 3 millones de árboles de café, la fertilización de 1,7 millones de árboles, la construcción de 800 marquesinas para el secado y la entrega de 131 módulos de despulpado.

Desde entonces, los caficultores de la zona no solo cultivan y recogen el café, sino que ahora pueden procesarlo, tostarlo y empacarlo con ayuda de encargados expertos de Asoribera, sin tener que desplazarse hasta Medellín como antes lo hacían, donde tenían que pagar $6.000 por cada kilo de tostión. “A mí me salía muy caro tostar mi café; tenía que ir de San Jerónimo a Medellín, quedarme unos dos días y volver. Gastaba más en pasajes y viáticos que lo que le ganaba”, recuerda Sandra

Donde el café cobra vida

A simple vista, la maquila de Asoribera podría pasar desapercibida; se ubica en el segundo piso de un amplio bar a las afueras de Santa Fe de Antioquia. En ese espacio trabajan codo a codo 16 marcas de café locales, cada una con su propia identidad, pero todas compartiendo el mismo espacio, los mismos equipos y el mismo objetivo: sacar café de calidad desde el occidente antioqueño.

“Aquí, cada café tiene su diferenciador, ya sea en el grano, en la tierra del municipio en que se cultive o en el proceso de secado que se haga después de la cosecha”, explica Manuel Restrepo, asociado de Asoribera y miembro de la Asociación Café Alturas de Santa Fe de Antioquia.

“Tenemos un cronograma para que otros cafeteros fuera de la asociación puedan venir a transformar su café. Ahora podemos ofrecer un café de calidad, controlando todo el proceso y ahorrándonos un montón de plata”, añade Sandra.

El proceso comienza con una báscula a la entrada, junto a una planilla donde el cafetero debe anotar su nombre, vereda, el tipo de café que trae y cuántos kilos quiere tostar. De allí, pasa a una trilladora que puede procesar hasta 600 kilos en una hora. Sus cuatro mallas seleccionadoras realizan el control de calidad para separar la almendra de café por tamaño.

Luego, el café pasa a la tostión, donde se trabajan baches de 12 kilos. El proceso de tostión es un arte porque depende del arco de tostión, cambiando la temperatura en diferentes momentos, es decir, 200 grados iniciales, 180 y 170 durante un tiempo de 12 minutos.

La primera vez se busca que en el laboratorio se hagan dos o tres pruebas de tostión para encontrar la mejor caramelización de sus azúcares. En una hora se tuestan seis baches. Finalmente, en el área de empaquetado se utilizan una selladora y una rotuladora para poner la fecha de vencimiento y el lote.

Cada paso es minucioso, casi como una coreografía bien ensayada. Los productores no solo han aprendido a procesar su café, sino que también han recibido capacitaciones de entidades como el Sena y la Cámara de Comercio de Medellín, que han estado muy pendientes de apoyar este sueño cafetero.

El laboratorio: corazón del proceso

Claro que todo esto no sería posible sin un control de calidad impecable dentro del centro especializado. Ahí es donde la magia realmente ocurre. No solo se procesa el café, sino que también se analiza cada grano con una precisión que antes solo se veía en maquiladoras de Medellín. Las máquinas miden la humedad y los niveles de tostión de manera automática.

Cada marca tiene su perfil de sabor, y eso se logra controlando cada detalle en el proceso”, dice Sandra.

El laboratorio es clave para asegurar que cada lote de café cumpla con los más altos estándares internacionales. Y es que, para exportar, no basta con tener buen café, hay que garantizar que cada bolsa sea perfecta. “Nosotros a futuro nos vemos produciendo un café de calidad, no de cantidad. Para cantidad ya está el café del Suroeste”, añade Sandra. Y lo han logrado: con el equipo de catadores y tostadores certificados que trabajan en el laboratorio se aseguran que cada grano que sale de la maquila sea digno de ser exportado a cualquier rincón del mundo.

Un impacto servido en taza

El éxito de Asoribera no ha pasado desapercibido en la región. Desde que comenzaron a trabajar juntos, cada vez más caficultores de la región se han interesado en unirse a la asociación.

Sandra comenta que han llegado cafeteros con interés en su tostadora. Y es que no solo se trata de producir y vender café, sino de cambiar la forma en que la comunidad cafetera del Occidente de Antioquia trabaja y se organiza.

De hecho, el siguiente paso para Asoribera es ampliar su capacidad de producción en la maquila. En la asociación hacen el servicio de trillado y tostión los fines de semana, pues entre semana los cafeteros se encuentran en sus fincas y no hay suficiente personal que atienda a los productores externos de la asociación.

“Ya estamos preparando el próximo envío a Hong Kong y también estamos viendo oportunidades en Europa. Nos han invitado a una feria en Serbia y estamos ajustando todo para poder cumplir con esa demanda”, comenta Julián Calderón, de la junta directiva de Asoribera.

Esta asociación, que ha generado empleo, formación y oportunidades para más de 250 familias cafeteras de la región, ahora puede entregar su café con sello Invima a quien haga la tostión en su Centro Especializado para exportaciones.

Además, la asociación no solo está conformada por fincas cafeteras. La industria cafetera del Occidente antioqueño incluye una variedad de actores, desde asociaciones y maquilas hasta empresas comercializadoras. Por ejemplo, Café Cativo y Café Travesía se dedican a la comercialización y maquila de café tostado, mientras que Café Canelo es además una red de cafeterías .

Porque, al final, Asoribera ha encontrado una manera de llevar los anhelos de las familias campesinas del Occidente antioqueño a otros continentes para que por allá el café también les quite más el aliento que el sueño.

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